27 de febrero de 2009

Como las estaciones.






















¿Adónde llegarán las manos de los hombres,
a pesar del océano tan azul?

¿Adónde llegarán
qué madera se transforma si la tocan
qué cuerpo no tiene el ritmo de la lluvia escondido
qué violencia irrumpe para detener todo?

Y siempre, subido a sus piernas,
camina, mira como nunca
y su pelo tiene el aliento del verano
y en sus casas, en su fuego
y en sus bocas
y en su vientre que como las estaciones vive.

Pipo Lernoud
(Sin tiempo, sin memoria. Bs.As. 2006)


EH. Mar del Plata 2009.

11 de febrero de 2009

Julián Vidal


4 Febrero, 4 de la tarde, en una de esas casas de las que van quedando pocas en Buenos Aires. Unos telones negros, viejos de un teatro amigo y con muchas historias encima por lo que se veía, y según contaban, nos hicieron de fondo. Una escalera eterna que ayudó a colgarlos. Una luz poco profesional, jugo de pera y un ventilador a un costado. Un músico multiuso, una novia casi compositora y hermana de una amiga. Un idioma inentendible para mi en palabras pero no en melodías. "Chelo", guitarra acústica, clarinete y órgano. Unos palitos de queso, y una cortada de uñas de por medio.
Conviví por unas horas con dos músicos, que jugaron con acordes y notas y otras cosas más complicadas, pero que no impidió que hiciéramos lo que teníamos que hacer esa tarde, en una de esas casas de las que van quedando pocas en Buenos Aires. Magia.






























Julian y Lourdes, gracias.
EugeniaH

www.julianvidal.com (proximamente renovada)

3 de febrero de 2009

El Prado de los Ahorcados (Toledo, España)

Cuenta la leyenda que una tarde cualquiera del mes de marzo del año 1500 D. Agustín Moreto y Cabañas cruzaba a paso raudo la plaza de Zocodover en busca de abrigo ante la intensa lluvia que caía sobre el empedrado toledano, reflejando los numerosos edificios que jalonan este típico enclave toledano.
En la ya oscura tarde-noche nuestro personaje se apresuraba a resguardarse bajo el Arco de la Sangre. Se comentaba por la ciudad que era tan rápido con la pluma como hábil con la espada… Tan pronto elaboraba un soneto como desenvainaba su acero toledano con el fin de defender el honor o acabar con la vida de algún desdichado. Cierta fama le venía de sus numerosos éxitos en los duelos, atestiguados por las muescas que en la empuñadura de la espada hacía cada vez que acababa con la vida de un contrincante.

De estos encuentros guardaba nuestro “poeta” sus propios fantasmas y recuerdos, pues como a cualquiera, vuelven a visitarnos cuando menos los esperamos.

En sus pensamientos estaba, cuando un raudo desconocido pasó a su lado depositando en sus manos un sobre cerrado. Fue incapaz de distinguir de quién se trataba, pues tan sólo pudo distinguir un rastro de perfume que le resultó vagamente familiar.

Abrió el sobre con curiosidad y un rastro de temor y en un áspero papel pudo leer:

“Si sois hombre, si os tenéis por caballero, esta noche a las doce en el Prado de los ahorcados, os espero”.

Ni una sola letra más había en el papel que le acababan de entregar… Aún a riesgo de emboscada o de pesada broma, decidió acudir esta misma noche al lugar indicado, bien armado con capa, espada y al menos dos dagas.

La noche ya había caído sobre Toledo. Noche oscura y fría, en la que una llovizna muy fina lo impregnaba todo, como si el río Tajo ascendiera los rodaderos de la ciudad y con una terrible humedad lo invadiera todo.

Decidió adelantarse al menos media hora para inspeccionar el lugar. Llegado al prado indicado en la carta observó que ni un alma viva se dejaba ver a esas horas en aquél lugar maldito… Inmerso en estos pensamientos estaba cuando un leve sonido proveniente de las sombras hizo que desenvainara su espada, aunque nada pudo percibir entre los espesos ramajes.


¡Quién anda ahí! ¡Da la cara si eres hombre y enfréntate a tu destino!

Gritaba más por miedo que por valentía, a algo que levemente se movía entre las ramas. Cuando se aproximó un escalofrío de terror le surcó la columna: un hombre ahorcado se mecía colgando de una rama.

Mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad, percibió un movimiento que le dejó totalmente paralizado: el cadáver que pendía de la soga estaba desplazando su brazo derecho, señalando un claro no muy lejano al lugar en el que se encontraban.

De inmediato, atenazado por el terror reconoció el lugar en el que no hace mucho tiempo acabó con la vida de un hombre, con mucha menor destreza que él con la espada. El cadáver le indicaba el lugar donde asesinó a aquella persona, mientras que el terror consumía lentamente su alma.

El cadáver de Agustín fue encontrado varios días después, con el cabello blanquecino y una horrible mueca de terror en el rostro. Nadie supo muy bien cuál fue el motivo de su muerte, aunque a algunos les llamó la atención la soga solitaria que colgaba de las ramas de un árbol próximo…

























Adaptación libre de la versión original de la leyenda publicada por Fernando Aguilar Carmena, Revista Toledo (1926), núm. 230.
http://www.leyendasdetoledo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=5776&Itemid=128